“En el mundo solo hay dos clases de mujeres: las que se
maquillan y las que no”. Esta frase es del célebre Oscar Wilde, famoso por su
irreverencia y sarcasmo en una época donde el recato era la norma. Viéndolo desde el punto de vista pragmático,
el escritor irlandés tiene razón; ya en el siglo diecinueve el maquillaje era
empleado para cubrir imperfecciones, disimular la edad o sencillamente, para
resaltar la sensualidad de un rostro ya dotado de sensualidad. La historia del maquillaje se extiende mucho
más atrás que la época de Wilde (las mujeres del antiguo reino de Mesopotamia
utilizaban la malaquita, una piedra verde, para hacerse las sombras)por lo que
resultaría interesante hacer un breve repaso al respecto. Image by Fernando Palacios
Los orígenes
Desde su mismo nacimiento, el maquillaje ha sido un
instrumento de comunicación no verbal que podía transmitir distintas emociones.
En la época de la prehistoria hombres y mujeres ya comenzaban a aplicarse
arcilla en la cara, ya fuera como ritual de apareamiento o como protección ante
las inclemencias del clima. Los arqueólogos también creen que el maquillaje
estaba asociado con culto a la divinidad, con alguna celebración fúnebre o
simplemente como exaltación de la belleza; sea como sea, lo cierto es que las
mujeres del paleolítico se coloreaban de marrón rojizo las diferentes partes
del cuerpo empleando toscos productos elaborados a partir de grasas animales.
El aceite más antiguo del que se tiene noticia estaba compuesto de sulfuro de
antimonio, esto se sabe gracias a las pinturas rupestres que los hombres y
mujeres del paleolítico dejaron grabadas en sus cavernas.
Con la llegada de la edad del bronce los cazadores y
danzantes empezaron a teñir algunas zonas de su cuerpo de colores rojo y negro
mientras se embadurnaban el pelo con alguna arcilla. En América, los primeros
habitantes del continente también se pintaban el rostro cuando iban a dar
inicio a alguna celebración o cuando iban a pelear con alguna otra tribu por
territorio.
Un paseo por Roma
El imperio romano destacó por sus avances en ingenieria
(recordemos que fue Claudio quien inició la construcción del primer acueducto),
por su poderío militar, por su literatura y, particularmente, por sus excesos. La prensa “rosa” se habría dado un festín con
la cantidad de escándalos que se sucedían al interior del imperio. La joven
Mesalina compitiendo con las prostitutas de la ciudad para ver cuál se llevaba
más hombres a la cama mientras el emperador tartamudeaba su soledad en lo
oscuro de su alcoba. Sería interesante saber cómo se maquillaban las mujeres de
la antigua Roma, por algo resultan tan seductoras ante los ojos de los
historiadores y faranduleros medievales. Pues bien, en aquellas turbulentas
épocas las mujeres tenían a su disposición toda clase de cosméticos, muchos de
ellos estaban destinados a disimular el inevitable paso del tiempo; era casi
imposible encontrar una romana sin maquillaje. Cuando salían a la calle las
mujeres se pintaban los ojos, las cejas y los párpados, y cosa curiosa, algunos
hombres repetían este mismo ritual imitando la moda egipcia, tan admirada por
los romanos (si quieres lucir como una emperatriz es pertinente que aprendas a
maquillarte de la forma correcta, por eso visita nuestra fashion web y dale un nuevo aire a tu rostro).
Para blanquear la piel las mujeres utilizaban
albayalde-carbonato de plomo; para pintar los ojos hacían uso de antimonio o los
pintaban con azafrán; las mejillas eran coloreadas con orcaneta o minio, lo que
les daba cierto toque chillón que los sátiros de la época aprovechaban para
alimentar sus escritos burlones. Por lo general las mujeres empleaban colores claros como el blanco y el rosado, no
obstante conocían el poder seductor de unos labios rojos y hacían uso del carmín
para darles tan apasionante tonalidad. Para las mujeres de Roma el maquillaje
era algo más que un vehículo de coquetería; mediante este arte profundizaban aún
más la distinción existente entre mujeres libres y esclavas.
El encanto de Egipto
Más allá de sus pirámides, este milenario país encierra innumerables
atractivos que lo convierten en un territorio misterioso y místico. Las mujeres
egipcias son una parte fundamental para que el país bordeado por el Nilo
despierte la atención de gentes de todas las épocas y naciones; nada más hay
que fijarnos en Cleopatra y Nefertiti, dos mujeres que se convirtieron y
leyenda y cuyas vidas transcurrieron en medio de traiciones, sexualidad y rimbombante
belleza. Precisamente el sitio http://bellezaymoda.univision.com/
revela los secretos de belleza de estas dos faraonas que aún después de su
muerte siguieron generando polémica.
Image by Loren Javier
El maquillaje en Egipto era visto como algo necesario, más
allá de un simple lujo o capricho. El caluroso clima de aquellas tierras
obligaba a sus habitantes a buscar métodos que les permitiera lucir bien, el
sol abrazador no era una excusa para andar con la piel desgastada o manchada.
Las mujeres evitaban en la medida de lo posible exponerse al sol, y cuando lo
hacían se cercioraban de aplicar los debidos productos que protegieran su piel.
Los cosméticos ayudaban a protegerse de los implacables rayos solares; la base
utilizada era el aceite que se extraía del balanites o de la moringa, el cual
mezclaban con otras sustancias que se empleaban como pigmento; los ingredientes
se molían y se mezclaban con goma o con agua hasta que quedaba formada una
pasta de fácil aplicación. Se podía encontrar maquillaje blanco, negro (hecho a
partir de carbón, plomo y galena), verde (elaborado con malaquita machacada) y
rojo.
Para embellecer los ojos, tanto hombres como mujeres se
aplicaban un polvillo negro conocido como mesdemet o khol; cuando se mezclaba
con agua se convertía en un poderoso protector solar para los ojos, algo así
como unos lentes contra rayos UV prehistóricos. La forma de aplicación
consistía en trazar una fina línea alrededor de cada hoja. La sombra verde se
empleaba para los párpados y oscurecer las cejas y pestañas. Para los labios y
mejillas las mujeres aplicaban óxido de hierro humedecido para lograr un color
rojizo.
En la próxima entrega veremos como el maquillaje fue
adquiriendo nuevos “aires” a lo largo del siglo veinte; desde el desparpajo y
colorido de la década del 60 hasta la sobriedad de los años 30.
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